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Viviendo en el aire

Actualizado: 27 abr 2020

Confiesa vivir en un jet lag permanente que le permite comer a cualquier hora del día y que, incluso, le ha hecho perder la sensación de frío o calor. Ha calculado, en horas, el tiempo que el año pasado estuvo dentro de un avión: 63 días.


Tiene dos pasaportes y no por doble nacionalidad, sino por una autorización especial del gobierno alemán, debido a su frecuencia de vuelos. Si envía uno a cualquier embajada para el visado, necesita el otro porque continúa estando de viaje.

Oliver Huesmann, ciudadano del mundo, nació en Múnich hace 52 años. Acaba de estrenar matrimonio ya que hace escasamente un año se casó con su mejor amiga.

Su residencia actual se sitúa en Málaga, pero en breve se establecerá en Hong- Kong con su mujer y la más pequeña de sus cuatro hijos.

Su labor de consultor y conferenciante, no le impide ser políticamente incorrecto cuando se trata de decir lo que muchos piensan, pero no se atreven.


¿No tiene doble nacionalidad, pero sí dos pasaportes?

Sí, además mis pasaportes tienen 48 páginas, en vez de 32. En ocho meses puedo llenar uno solo de ellos con sellos de entradas y salidas.

Mis pasaportes son alemanes, pero yo me siento muy identificado con España porque es mi país desde los 90.


Creo que casi goza casi de los mismos privilegios en las líneas aéreas que un piloto de avión

Ja, ja… Bueno, no conozco exactamente lo que ellos tienen, pero mis tarjetas de ‘frequent traveller’ y de fidelización, me dan ciertos servicios sin coste añadido: maletas gratis, elección de asiento, uso del business lounge, millas que se acumulan, etc.


¿Ha perdido muchos aviones?

No. Solo una vez, que compré un billete de vuelta con fecha anterior al de ida. Había enlazado un viaje con otro y no sabía ni en qué día estábamos.


Mire que he hablado veces con usted y no me había dado cuenta hasta ahora que tiene los ojos a lo David Bowie.

Sí, tengo un ojo azul y el otro marrón. Cuando era niño lo especificaba muy bien en mi pasaporte, pero ahora ya no lo pone.



¿Qué recuerdos guarda de su infancia?

Cuando tenía 6 años, a mi padre, un alto ejecutivo de Siemens, lo trasladaron a Brasil. Vivíamos en Copacabana, como una familia europea de cierto estatus, pero yo me escapaba a las favelas a jugar en la calle con los niños de mi edad. Me sentía como uno más. Ellos iban descalzos y yo podía llevar una camiseta alemana, pero nunca me vi envuelto en ninguna trifulca.

Fue una etapa muy feliz de mi vida. Con mi padre, igual asistía a un elegante cóctel de empresa que acampábamos en la selva amazónica durante días con alguna tribu indígena.


¡Caramba, qué experiencias más impactantes para un niño!

Sí, lo fueron y me proporcionaron una forma muy abierta de ver el mundo y no tener prejuicios.


¿Y su juventud fue igual de intensa?

En Alemania es muy usual independizarse cuando empiezas la universidad. Yo estudié Económicas y Logística y cuando llegaba el verano, al contrario que el resto de mis compañeros que solían trabajar de camareros, yo me buscaba la vida para ganar más dinero y me convertía en camionero. Tuve mi primer contacto con el mundo de la fruta gracias al transporte que, por otro lado, me permitió conocer de primera mano cómo se desarrolla el negocio. Prácticamente sin parar, me hacía la ruta Huelva-Viena y llegaba antes de lo estipulado, lo que significaba una recompensa de 1000 marcos por parte del comprador. Claro, eran tiempos en que se podían hacer locuras porque no existían los controles de hoy en día.


Era usted un chico listo.

Bueno, espabilado. Así empecé a entender la importancia de la logística, cuando se habla de perecederos. Si yo ganaba 1000 euros más de lo estipulado era porque el destinatario del camión de fresas ganaba muchísimo más.



Usted, que no se calla ni debajo del agua, es, además muy dado a decir lo que realmente piensa, sin ningún tipo de aderezo.

Sí. Las cosas se solucionan hablando con claridad. ¿Para qué moverse en la ambigüedad o hablar a medias tintas cuando existe un problema? España tiene un problema de competitividad y tiende a echar la culpa a los demás. Deberíamos dejar de mirarnos el ombligo y pensar que ‘la globalización hortofrutícola’ es un hecho y se acentuará. Mi papel como consultor es dar apoyo al sector español y europeo para que pueda sobrevivir y mejorar. Toda la información que capto en mis viajes tiene como objeto disponer de una visión global y mejorar nuestra posición en los mercados. Existe una visión muy europeísta del mundo y el peso de la balanza reside en los países asiáticos y pronto lo estará en África.


¿Por qué se va a vivir a Hong-Kong?

Hemos elegido este punto porque está a unas 5 horas de todos los destinos asiáticos. Mi trabajo actual está en este continente y tendré mayor calidad de vida y estaré más cerca de mi mujer y mi hija.


Una vez, a las siete de la mañana en Shanghái, le vi desayunar con palillos con una destreza asombrosa y pensé: ¡qué ganas de complicarse la vida a estas horas con lo fácil que es usar un tenedor!

Todo es cuestión de acostumbrarse. El truco es mantener uno de los palillos fijo entre los dedos y dar movimiento solo al otro.




¿Qué hace los fines de semana que está en casa?

La verdad es que tengo muy poca vida social fuera de mi trabajo, pero me basta con mi familia. Mi mujer es mi mejor amiga y a los dos nos encanta hacer una buena barbacoa. Hoy cuando llegue a Málaga, aunque sean las 10 de la noche, haremos una. Mi mujer ya tiene preparados los ingredientes.


¿Y sus amigos?

Tengo tres buenos amigos: uno en Brasil, otro en Alemania y el tercero en Hong-Kong. No hay problema con las distancias porque todos estamos conectados.


¿Piensa jubilarse?

Sí, por supuesto, pero para entonces espero vivir en Alemania. Allí todo es más organizado y creo que con esas edades se hace necesario un poco más de organización. Ya se verá.

https://issuu.com/fruittoday/docs/ed._68/84



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